En una pequeña aldea, vivía un matrimonio con sus dos hijos
y sus mascotas, una pareja de golden retriever, Duna y Rony.
La casa estaba
situada en medio de la granja, en lo alto de la colina y desde sus ventanales se
divisaban todos los pastos.
Una noche de otoño y con luna llena, la perra empezó a
moverse por toda la casa muy nerviosa, el macho Rony después de seguirla con la
mirada durante un rato, se levanto y la empujo hacia su colchoneta para que se
tumbase, había llegado el momento y toda la familia se preparo para la llegada de los pequeños.
El padre ordeno a todo el mundo que dejasen a la perra
tranquila y se fueron todos a la cocina, no os preocupéis ella sabe lo que
tiene que hacer, dijo el padre.
En la cocina se pusieron a preparar la cena, pero se notaba
en el silencio que todos estaban pendientes de lo que ocurría en el salón. Duna
tumbada en su colchoneta cerquita de la chimenea se preparaba para la inminente
llegada del primer cachorro.
El tiempo fue pasando y pronto se escucho un gemido muy
bajito, Rony ladeo la cabeza y todos corrieron a asomarse para ver al recién nacido, así fueron
llegando todos, cinco preciosos y dorados cachorritos.
Cuando creían que todo había acabado y estaban todos
alrededor de la orgullosa mamá, está se quejo y al poco apareció el sexto
cachorrete, era mucho más pequeño que sus hermanos y no paraba de lloriquear.
Los días fueron pasando y los perrillos fueron creciendo y
engordando, buenos todos menos el chiquitín, Fin que no es que hayamos terminado es que así
pusieron al pequeñín los dos hermanos, este siguió siendo el más pequeñajo y
cuando llego la hora de que se fueran llevando los cachorros sus nuevos dueños,
a Fin nadie le elegía .
Los hijos Carlos y Sergio estaban totalmente encaprichados
del cachorrillo y para que engordara y creciera siempre guardaban algo de su
propia comida para su perrito, al final el perro se fue quedando y no se volvió
a hablar sobre la posibilidad de buscarle una nueva familia.
Con el tiempo Fin fue creciendo, aunque seguía siendo un
perro desgarbado y delgado, con poco pelo para ser un golden y con la mirada
triste, eso sí siempre pegado a los dos hermanos que le trataban como si fuera
el mejor perro del mundo. Estos se habían pasado oyendo desde que nació el
perro, que no iba durar mucho, que estaba enfermo y que más que un perro
parecía un espantapájaros con esas
pintas. Los chicos nunca hicieron caso a esos comentarios y siguieron
alimentando y queriendo a su perro como desde el principio.
Continuara...
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